Supongamos que seas luz.
Y que cada movimiento deje
una línea abierta.
De voz.
Y que a cada dormir seas una noche.
En cada sueño un rastro.
De sombra.
Pero supongamos que nunca sepas apagarte.
Y que a cada mirada la bese una ceguera.
De cierto color que ahoga en la sed.
Entonces supongamos párpados
como pájaros en vuelo de ofrenda.
A cada sol, tu línea abierta.
Y a cada silencio, el rastro de tu pulso
en todo lo supuesto.
De voz.
Y que a cada dormir seas una noche.
En cada sueño un rastro.
De sombra.
Pero supongamos que nunca sepas apagarte.
Y que a cada mirada la bese una ceguera.
De cierto color que ahoga en la sed.
Entonces supongamos párpados
como pájaros en vuelo de ofrenda.
A cada sol, tu línea abierta.
Y a cada silencio, el rastro de tu pulso
en todo lo supuesto.