miércoles, 21 de febrero de 2024

La idea de vidrio


Dos moscas.
Una de cada lado de un vidrio.
Mirándose. Buscándose.
Dando pasos cortos. Pasos de mosca.
Mirándose sin entender
la idea de vidrio.
Viéndose estar y no tenerse. 

Duró segundos.
Los suficientes para que me sienta
mosca.

Y, si no volé, 
fue porque olvidé las alas
en alguna otra vida
sin vidrios.


martes, 13 de febrero de 2024

Se unta el brillo ese


La mirada del otro siempre acaba de quebrarse
en algún tiempo.
(No hay dulce que no se amargue,
explica la sal enferma antes de volver 
a su mar.)

Y la disciplina esa de contener 
la respiración, acaba por esfumar
todo diccionario
de vuelos
posibles.

La sensación esa de despertar 
como el nuevo almuerzo del
enojo caníbal 
de cualquier 
causa.
(¿Con qué tenedor se unta el brillo ese 
de haber estado al llegar?)

Y al pasar por la garganta esa del ascensor
la otra mirada sube 
lo que todo baja,
y la puerta no se detiene en el
canto de esas
pupilas.
(Iris sin filo y córnea sin melodía.)

La mirada del otro
convence escaleras de olvidar peldaños
mientras acuesta, en un susurro, 
las nuevas y mejores 
causas para deslizar,
en el impermeable 
sueño,
un plato central del siguiente desayuno.

Llorar por la luz


No quiero hablarte a vos. 
Porque no podés oír. Esa es una de las consecuencias de no existir. 

Y vos sos muy consecuente. 
Sobre todo cuando no existís. 

Además, ¿cómo desarmo un contexto en triángulos cuando todas las palabras tienen cuatro lados? Preguntarías "¿cuáles?", si existieras. Entonces, lo que no te contestaría es que son: al norte, el olvido; al sur, el desprecio; al este, el sol del sonido y, al oeste, la mentira. 

Es imposible entender tu perfume cuando no existís. Pero a veces, por las mañanas, me gusta imaginar que logra levantarme de la cama. ¿Cómo ponerse vertical cuando nunca llegamos a ser paralelas?
"Las paralelas no se tocan", rezabas como un mantra, pero nunca logré escucharte por esa manía tuya de no existir. "Es tu oído", me decías, mientras yo hacía lo posible por lograr tu existencia. 

Todo lo posible.
Lo hubieses visto, de existir. 

Luego estaba la idea efímera esa de llegar al día del fin con el contexto armado. "No son cuatro lados", era lo que no decías. Y luego, "las palabras son redondas", callabas. 
Si hubieses existido, debería de haberme planteado el perímetro de la circunferencia tomando como base el color de tus ojos. Pero ya sabemos que, en el fondo, lo que no existe no hace más que mirarnos fijo esperando algún parpadeo triangular que le ponga nombre a su niebla. 

"Porque lo peor es la noche, ¿sabés?", era otro de tus mantras que jamás rezabas, 
Y, en esa carta que nunca escribiste, terminabas: "Durante la noche, toda palabra tiene relieve de sombra. Y, al querer pronunciarla, uno sólo logra llorar por la luz."

Entonces, al no haberte escuchado, prendía las velas en silencio y fingía poder dibujarte. armando tu recuerdo con el triángulo amarillo de cada llama.