martes, 13 de febrero de 2024

Llorar por la luz


No quiero hablarte a vos. 
Porque no podés oír. Esa es una de las consecuencias de no existir. 

Y vos sos muy consecuente. 
Sobre todo cuando no existís. 

Además, ¿cómo desarmo un contexto en triángulos cuando todas las palabras tienen cuatro lados? Preguntarías "¿cuáles?", si existieras. Entonces, lo que no te contestaría es que son: al norte, el olvido; al sur, el desprecio; al este, el sol del sonido y, al oeste, la mentira. 

Es imposible entender tu perfume cuando no existís. Pero a veces, por las mañanas, me gusta imaginar que logra levantarme de la cama. ¿Cómo ponerse vertical cuando nunca llegamos a ser paralelas?
"Las paralelas no se tocan", rezabas como un mantra, pero nunca logré escucharte por esa manía tuya de no existir. "Es tu oído", me decías, mientras yo hacía lo posible por lograr tu existencia. 

Todo lo posible.
Lo hubieses visto, de existir. 

Luego estaba la idea efímera esa de llegar al día del fin con el contexto armado. "No son cuatro lados", era lo que no decías. Y luego, "las palabras son redondas", callabas. 
Si hubieses existido, debería de haberme planteado el perímetro de la circunferencia tomando como base el color de tus ojos. Pero ya sabemos que, en el fondo, lo que no existe no hace más que mirarnos fijo esperando algún parpadeo triangular que le ponga nombre a su niebla. 

"Porque lo peor es la noche, ¿sabés?", era otro de tus mantras que jamás rezabas, 
Y, en esa carta que nunca escribiste, terminabas: "Durante la noche, toda palabra tiene relieve de sombra. Y, al querer pronunciarla, uno sólo logra llorar por la luz."

Entonces, al no haberte escuchado, prendía las velas en silencio y fingía poder dibujarte. armando tu recuerdo con el triángulo amarillo de cada llama.

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