Dos moscas.
Una de cada lado de un vidrio.
Mirándose. Buscándose.
Dando pasos cortos. Pasos de mosca.
Mirándose sin entender
la idea de vidrio.
Viéndose estar y no tenerse.
Duró segundos.
Los suficientes para que me sienta
mosca.
Y, si no volé,
fue porque olvidé las alas
en alguna otra vida
sin vidrios.
Nadie olvida las alas cuando sin volar no es. Las entrega, las deja voluntariamente sobre la tibieza del recuerdo más amable y desde allí revive sus vuelos una y otra vez. Sabes lo que vales y lo demuestras en cada palabra, en cada vuelo. Un abrazo amigo mío.
ResponderEliminar"El recuerdo más amable", ahí has dado en una tecla. Hay que hallarlo, ¿no?. porque recuerdos hay muchos, pero no todos sonríen ni ponen buena cara. Igual, levantar vuelo no es una opción... es lo único que conocemos, así que en eso andamos. Si os caen algunas plumas por allí, sepan disculpar.
EliminarGracias por pasar y por leer, Amiga. Abrazo enorme.
Qué interesante dónde está puesto el foco en el poema y todo lo que se genera desde allí. Desde lo micro de la escena hacia lo macro existencial.
ResponderEliminarGracias, Raquel, por tu comentario. Y sí, en muchas cosas mínimas, incluso breves, está lo macro y lo referente. Por eso nuestra mirada, como ese vuelo que une ambas cosas para sentir por un rato la magia.
EliminarQué bueno! El ser vivo y la distancia que lo separa del otro, nos hace reflexionar. Distancia y cercanía// Otras vidas... mundos paralelos // olvidarse las alas, qué buena imagen
ResponderEliminarGracias, Karina. Me alegro de que te guste. Sí, hay veces que una escena (eso que cuento lo vi en la realidad) te hace reflexionar sobre cosas tan complejas, pero que nos pasan de largo como cotidianas, como un vidrio.
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