¿Cómo sabíamos que la sonrisa aquella acabaría por destruir los dientes blancos, la boca y los labios mismos que nunca llegaban a explicar la sonrisa aquella?
Ensancha, abarca, desborda, inunda. Y después ver los pedazos rotos, iluminados al brillo de los labios púrpura, los dientes blancos tan blancos.
Alguno de esos dioses de piedra nos debe haber prestado un oportuno deseo de soñar. Algún miércoles. O un jueves, quizá. Hacía calor sin sol, había días sin voces.
Basta mirar hacia adelante para ver que hay fin. "—Yo no llego a la noche", me dijiste temblando. Y nunca vi ojos más azuletales que tus ganas de sonreír sin boca ya.
Sin dientes.
Decirte nomás que aunque la ciudad cierre y las calles enrollen todas sus ensaladas de tomate (mentira, es sangre y siempre lo supimos) en un freezer olvidado de Dios, el circo no va a partir nunca más.
Yo desarmé su carpa y asesiné a todos sus leones cantandoles tangos de nostalgia exagerada. Yo me llevé al elefante a tomar un café y ahora trabaja en un call center para pagarse la prótesis de marfil reluciente.
(Otra sonrisa que explotó antes de tiempo.)
Basta de mirar hacia adelante. Que el fin se las arregle, siempre se consiguen entradas de última. No puedo dejar de mirar tus ojos que no dejan de mirarme. Y todo tiembla.
Y llega el viernes.
Y algún dios de piedra pasa a cobrar. Y nosotros sin soñar aún.
La ecúyere mira la carpa desarmada y llora. El tigre me pide el libro de quejas. Jaulas vacías como metáforas de una libertad a la que le dimos la espalda (mentira, nos reímos en su cara y ahora los barrotes se nos clavan en las encías).
El mago me mira desde lejos y las nubes anuncian tormenta.
Una más.
Si te digo que al leerte mi estómago se ha encogido hasta ser una nuez y mi vista se ha nublado, igual no me crees.
ResponderEliminarSi, Ruth, ¿porqué no creerte?
ResponderEliminarYo conozco tu sensibilidad.
Beso grande.
V.Onoff, que cantidad de cosas mezcladas, de metáforas que desbordan de dolor y hasta de bronca, de imágenes que se tatúan del lado de adentro de la retina para torturar entre sueños.
ResponderEliminarEs muy conmovedor el texto, esa cosa surreal dentro del abismo doloroso, esa cosa dolorosa dentro del abismo surreal.
Yo también una vez me llevé un elefante a tomar un café. Pero fue sobornado por el tigre y se volvió un asesino a sueldo.
Muy bueno, muy fuerte.
Beso grande!
¿Vio, Sol?, y todo por le mismo precio...
ResponderEliminarUn tigre asesino a sueldo... sería interesante conocer sus tarifas. Digo, por si se nos vuelve necesario algún día.
Esto bien podría haberme violado emocionalmente sí lo hubiese leído hace unos meses atrás. Por suerte lo leí hoy, para poder apreciar sin lágrimas este precioso texto, absolutamente desgarrador, pero exquisito. Como todo lo que escribís.
ResponderEliminarBueno, Donna, ¿debo decir que me alegro de ya no violarla?... Y sí, como sé el porqué, entonces me alegro mucho.
ResponderEliminarGracias por el cariño.
No te quiero llevar la contra, hermano, pero a veces cuelgan el cartelito de "No hay más localidades" y por más final que sea no aparece una entrada por más intentos de coimear que nos invadan.
ResponderEliminarBesos y reservas
Hermana, vos avisame que yo te consigo.
ResponderEliminarSi se trata de finales, hablá conmigo.
Un esssperrrto, lo que se dice.
Besos brujos.
Será que fui un buen espejo de lo que vos ya traías contigo. No tengo aún un buen dominio de la magia... No podría sembrar en vos nada extraordinario si vos no fueras tierra fértil.
ResponderEliminarYo también te quiero. El viernes 7 me vas a acompañar a hacer una estupidez. ¿Sabías?
Uh... ¿puede pasar la estupidez para el sábado 8?
ResponderEliminarNo. Pero no importa. Puedo hacer muchas estupideces sola =)
ResponderEliminarPor lo que usted relata, se le debe haber escapado el yacaré al circo..y ese bicho debe haber estado muerto de hambre...entendí bien?..Diga...Ud que sabe
ResponderEliminarSi, Razor... siempre es increíble lo acertado de su cerdo sentido.
ResponderEliminar