A veces,
cuando te amo,
siento que el pasado es lo que está por delante,
y que el futuro
fue ese cuento que escribimos
sin acentos,
esquivando la sintaxis de nuestras pieles
y con diálogos premiados
por el absurdo más ciego.
A veces,
cuando te extraño,
releo las llagas de tu piel
desvestidas en un par de sonrisas simples,
y juego,
con mis corazonadas en las manos,
a que no puedo volver la mirada atrás
ni reescribir el cuento maldito
que ya aprendí de memoria.