sábado, 29 de enero de 2022

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Sé que por fuera, 
en ese mundo que entona 
con sonrisas de asfixia 
la descripción de su pertinaz 
estado de descomposición, 
los cantos de sirena siguen vigentes. 

Y mi sordera, entonces, es el regalo 
de algún universo piadoso 
que no ha podido ser más procedente 
en su sentido 
de lo oportuno.

Sobre todo, 
porque yo sé que los cantos 
ya no son tales, 
sino muecas de tristeza desmenuzada. 
Y las posibles sirenas de otrora 
son apenas cadáveres de plástico temblando 
con el grave pulso de una angustia 
que saben 
terminal. 

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