domingo, 23 de enero de 2022

Los sueños salvajes


Hay un yate anclado en el último sueño
que anochece.
Y borda palabras rellenas de orilla en la espuma
que se tiembla. 
(Ya no voy a descender.)
El aire se agua intentando respirar la tierra.
(Ni escalar la marea alta del recuerdo.)

En la cubierta
dos muertos mudos acunan
sus palabras con el vaivén líquido del horizonte.
Conversan entrelíneas de sol y dejan entrever su nacimiento
que envejece.
(Ya no voy a encender los espejos cuando la noche grite.)

Permitir el naufragio
y cargar, del yate, los muertos
a la inequívoca conciencia de la deriva ya oscura.
(Dejar la cubierta limpia,
para los sueños salvajes que no saben nadar.)

La conversación muda se aleja, en las mantas plegadas
que entrelínean estrellas ciegas
y se siente
un ancla voraz arrancando piel por cada sílaba,
y una sintaxis prohibida en el último de los oleajes. 

(Ya no voy a escribir postales
ni deletrear los puertos de mis infancias rotas.)

2 comentarios:

  1. Es cierto que, a veces, me paseo silenciosa entre tus textos. Pero sigo estando aquí, amigo.

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  2. Gracias, amiga. Yo lo sé. Las palabras van cambiando de color cuando las miran y, vez tras vez, camino entre los textos y ciertas iridiscencias delatan haber oído pasos que embellecieron el habitual silencio.
    Abrazo!

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