sábado, 19 de marzo de 2011

Cinco cero uno


Da la vuelta.
Voy a tomar revancha.
Todo no es más que un horno que anda mal. Muy mal.

Vas a tener que quererme desnudo,
si me querés.

Te miré a los ojos contra el mármol blanco. Tus pupilas se entregaban dentro de tu cuerpo al fragor del calor y el óxido básico de nuestras lunas amaestradas.
Cinco de enero me dijiste. El año de quemar las pieles de animales mutilados agregaste sonriendo.
Por esa calle y por la vuelta. Necesito que vuelvas a pasar por ahí. Necesito tomar revancha.

Vas a tener que besar mi muerte,
si me matás.

Comprar el pan y... ¿algo más? se te caían las escaleras de barro cuando pestaneabas así
¿Algo más? se te cerraban los pechos y el incienso te volvía de nylon gris.
Yo necesito coros de algas marinas cantando debajo de nuestra cama. Pero primero necesito una cama. Y un nosotros. Porque vos estás ocupada bordando tu nombre con hilos de oro en el revés de tus párpados. Te obsesiona olvidarte. Te apasiona silenciarme. Los coros inundan de agua las sábanas y mientras vos reís yo me asfixio por cada una de las veces que no te conozco, que no existís, que no cantás.
Cinco de enero y suspiraste
Siento las horas cayendo en fosas marinas y cada caer es un detenerse que me detiene sobre vos. Sobre tu horno. Sobre el pan que no queda... y se te cercaban las vidas pasadas en cada oscilar de tus pezones bajo la remera. Me mirabas mirarte. Te mirabas mirada y supiste que te imaginaba enterrada en sal.
Entonces da la vuelta. Necesito tomar revancha.

No sé nada del río en el que siempre nado. 
Sólo se me da muy bien eso de naufragar.

Sé que soñás con tu agua inundando mis pulmones y sé que despertás en medio del espasmo... buscando el vaso de agua en la mesa de luz (el agua de la luz, como si abrieras los ojos y sonrieras al mismo tiempo). Y sé que me mirás pensando que, si respiro, esas lágrimas que se desmayan por tu cara son ciegas, esas caricias son sordas y todo tu cuerpo está mudo de mi.
Por esa calle y por la noche, caminabas descalza en la soledad de tu entierro. No hay coros. No hay algas. Pensaste en dar la vuelta por si acaso sigo respirando. Y por si acaso el pan... y el horno, ¿no?...

Vas a tener que despertarme,
si de verdad me amás.

4 comentarios:

  1. "No sé nada del río en el que siempre nado. Sólo se me da muy bien eso de naufragar."

    Sabe a punto final.A relato trunco, a desencuentro, algo que parece muy común en el mundo en que nos toca vivir.

    Espero que andes bien.

    Saludos

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  2. Ya lo sabemos. Toda nuestra vida es un relato trunco con un punto final cierto, que parpadea de desencuentros a cada rato. Sin embargo, cada tanto viene bien ponerlo en palabras.

    Gracias Horacio. Un abrazo.

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  3. Celebro descubrir una flautita dentro de la pancita de la semicorchea.
    Gracias por generar una armonía más completa.

    Me pareció excelente, pero si lo leo seguido varias veces me termino desmayando por aguantar la respiración.

    Abrazos y vasos de agua.

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  4. Bueno, gracias, Demy. Y si se desmaya, bien desmayado estará.
    Todo no se puede.

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