sábado, 17 de septiembre de 2011

Un puente labrado en hielo


Noche. Y la lluvia se acuesta en mis huesos.
Con un hermoso brillo, el empedrado de la calle me habla de magia y yo cruzo hasta tu puerta respirando la melancolía húmeda de una ciudad desganada.
Cruje el piso de madera. Hay oscuridades colgadas del pasillo que me van desnudando. El agua conversa tibiamente con el techo y sus años, abraza el piso luego, brilla sin ser vista, mira, muere, escapa levemente.
Paso por dos cuartos vacíos. Cosas olvidadas. Humedad. Llego al fondo del pasillo y la puerta entreabierta mira mi pelo mojado.
Entro. Mis pasos acompasan las goteras. En varios lugares el agua estalla contra el piso rítmicamente. Sentada contra la pared, tu piel blanca es un alivio desnudo para tanta oscura humedad. Tu cara cubierta por tus brazos y tu pelo por todo vestido.
Ruego por un tango, pero no hay banda de sonido. Ni viento. La noche es sólida aquí adentro. Y tu respiración.

—Acaba de irse Jesús.
Y tu voz ronca.
—¿Qué te pidió?
—Agua
—¿Y se la diste?
Claro, es de él...

Nunca pude mirarte a los ojos sin sentir inquietud. No sólo son negros, son también exageradamente profundos. Y no es que me queje por caerme adentro, pero en verdad nunca supe que hay en tu fondo.

¿Nada más?
Se fue. Me dijo que perdía el último tren a Madariaga si se demoraba.
¿Ahí está parando?

Siempre tuviste esa costumbre. En todo diálogo te salteás una frase. Siempre habrá una frase que no digas, una pregunta que no respondas. Es como una forma de dejar al otro con la idea de que algo de lo que está preguntando te resulta estúpido. Hace un tiempo odiaba eso. Ahora lo acepto como la lluvia. Como todo lo eterno.

¿No tenés frío?
No me importaba en verdad, pero quería una excusa para tocarte la piel.
Sí. Pero no te  muevas. Y no hables.
Obedezco. El mundo sigue goteando. Ella respira en silencio, sin mirarme.
Escucho la puerta de entrada abrirse.
Ella alza la cabeza y me mira por primera vez. Sonríe.

¿Y tu ropa?
Ella se mira los brazos, como si no se hubiese dado cuenta de su desnudez.
Ya hace demasiado tiempo que voy vestida de agua. Si me seco, me muero.

Recién veo la pared tras su espalda y el agua que baja por ella. Cómo se abraza a su piel y cómo se bifurca incontables veces recorriéndola. Sus pestañas como picos de estrellas. Sus hombros perlados. Su boca como una flor glacial enterrada en sangre.

¿No tenés frío?
Me imaginé abrazándola y secándola hasta su muerte blanca para satisfacer mi egoísmo azul.
Soy el frío.

El mundo sigue goteando. Ella respira olas de humedad y mira a un horizonte desesperado.
Escucho la puerta de entrada abrirse.
Ella alza la cabeza y me doy cuenta de que no sabe pedir ayuda. 
Pasos en el pasillo, lentos.

¿Dónde queda Madariaga?
A la vuelta de tu pene, pasando la placenta de tu madre, unas dos cuadras al norte dentro de tu semen.
Uno de los pocos lugares adonde aún llegan los trenes...
Y Jesús.

¿No tenés frío?
Tocame...

Escucho la puerta de entrada abrirse.
Ella alza la cabeza y me acaricia el futuro con sus párpados. Cierra los ojos mientras suenan pasos en el pasillo, lentos.

Soñé que estabas embarazada.
Tac... tac... tac... las goteras le ponen puntos suspensivos a mis frases.
Te soñé parada en puntas de pie, como bailarina, en la baranda de un puente labrado en hielo. Y me mirabas esperando la orden para saltar.
Una sirena encrespada tajea la noche allí en la calle, más allá de nuestra ventana.

Soñé que estabas embarazada y que te parías a vos misma. Por la noche me invitabas a cenar tu placenta y tu vos-hija se tomaba la teta a si misma. Los dos reíamos mucho mientras planeábamos nuestras vacaciones en Leningrado, en una casa de hielo que tu tío prometió inundar con agua tibia para que no sufras tanto. Dejabas de reír cuando me veías trenzarte un collar indio con los dientes que se te iban cayendo, congelados; yo te lo colocaba luego alrededor del cuello y vos acariciabas los dientes de a uno, con ese brillo blanco que ambos recordábamos tan bien.

Dame la orden y salto.
Dame el puente primero... y te abrazo.

Escucho la puerta de entrada abrirse. Los dos nos miramos pensando en la cantidad de noche y de agua que puede haberse colado desde afuera, por esa puerta, durante esos segundos. Poco falta para ahogarnos y ninguna puerta es piadosa. Suenan pasos en el pasillo, un oleaje sincero, lento y cálido.

Es mi mamá.
La figura de la mujer alta y blanca, parada en la puerta del cuarto acalla el agua de la noche como un sol revelado en negativo. 
Sé que si dejo de mirarte puede que te vuelvas hielo de mujer y puede que el puente acabe por saltar dentro del negro de tus ojos. Pero la mujer me habla.

Hablé con Jesús en la esquina, le pregunté por ella y me negó haberla visto. Le pregunté por el agua y me negó haberla tomado. Le pregunté por su piel blanca y me negó haberla tocado. Tres veces la negó y luego sonó un trueno lejano y pálido, como un tren que anuncia la partida. Jesús palideció y se escurrió en la noche. Vi su túnica amarillear bajó la llovizna encendida por las luces de la calle, flotando, huyendo, negando.

En otro cuarto de la casa el techo se desploma bajo el agua, litros de agua caen sobre el piso de madera y se vuelven hielo, hunden el piso y su brisa de glaciar nos llega erizándonos la piel.

¿No tenés frío?

En otro cuarto de la casa el granizo revienta las ventanas. Vidrio en cópula con hielo. Agua como sangre que desarma las maderas del piso. La casa sangra. Su piel de madera se retuerce sin gritos.

Alzame. Llevame en tus brazos. Necesito escapar hasta el puente.

La mujer alta y blanca se desnuda en la puerta del cuarto. Veo los bloques de hielo avanzar por arriba de sus hombros mientras ella sonríe con gesto de hotel. Y nos dice.

La casa de Leningrado está lista. Mi hermano acaba de inundarla en agua tibia para el parto.

Sus senos se van congelando y endureciendo, intenta sonreír y los dientes caen al piso, blancos y brillantes, sus ojos se cristalizan y estallan, los bloques de hielo derriban la puerta y la tapan.

Es mi mamá.

Me lo decís mientras te alzo en mis brazos, con mucho cuidado de no secarte. Tu cuerpo se escurre por mi piel mientras escondés tu cabeza en mi hombro. Pienso en cómo salir del cuarto mientras el techo comienza a desplomarse bajo el hielo. Los pedazos de madera mojada me pegan en las piernas y rebotan contra las paredes. La pared acaba por caer y siento el agua rodeando mis rodillas. Tengo miedo de que te duermas antes de tiempo, pero el techo acaba de caer y el puente de hielo nace a nuestros pies, blanco, brillante y helado.

¿Vas a subir?
Voy a parir.

El tren abandona Madariaga y se hunde en el hielo de la noche. Pienso en Leningrado y en la leche helada de tus senos, mientras veo cómo tus piernas caminan hundiéndose en el hielo del puente. 

Antes de que termines de cruzar te das vuelta y me mirás a los ojos.
Desde allí.
Al fin entiendo qué hay en tu fondo.
Y al fin termino de caer.

11 comentarios:

  1. Uff... ideas tantas me atropellaban mientras leía y no sabía si esquivarlas (para luego buscarles un lugar acá), buscarles un lugar ahí (cual en una sopa de letras donde las palabras sólo surgen si se las lee a trasluz o se las pinta con algún tónico revelador)o comenzar a leer otra vez, todo desde el principio, para tratar de inmacular mi criterio, desde cero, y abrirme a vos, a tus palabras, sin mis atropellos.

    Pero sabemos que esto último es imposible. Para esto uno escribe. Y para esto uno lee. Escribe para plasmar algo de uno, esperando al ser leído ser encontrado desde algún punto: el propio o el del lector. O ambos. Que acaso es en parte lo mismo. Y para eso uno lee: para descubrir en el otro el relato del mundo, en realidad, otro relato más sobre el mundo, sobre el universo todo que nos incluye y en ese relato verse representado una vez mas, por otro ser, desde él. Que acaso es lo mismo que desde uno. Pero diferente.

    Porque toda vivencia posible humana nos representa, nos toca desde algún lado y así nos incluye, es imposible leerte y no auto- atropellarme a la vez.

    Aunque sí, hay historias que pueden resularnos altamente indiferentes. Pero no es que no nos representen, sólo están mal contadas. En cambio usted, con este escrito podría generar el primer mundial de empatía.

    Ahora (¿ya cumplí con el ensayo de 1.345.736.000 palabras profe?), las ideas: agua = origen. Relación necesaria y clara para cualquiera. Tenemos mujer; desnuez; agua; naturaleza; Jesús; madre; casa; familia; hielo; puente; tren; caída; origen otra vez, pero no desde el punto de procreación, sino desde esencia, cuando se descubre el fondo de un alma, de qué y para qué está hecha; y tenemos muerte.

    Auno y esta historia me armé: creo que puede contar el (re) descubrimiento final y real de la mujer amada cuando quiere saberse madre. El punto de conocimiento acabado de su ser al llegar el deseo de ese hijo y ese deseo pasa a serlo todo, todo el deseo y ella misma, sólo ese deseo y ella misma, sólo ella y ese hijo. En esos casos en que el hombre se resuelve a oscuras prescindible, no como hombre, sino desde el amor y en el la distancia puesta por el deseo ya tan fantaseado que es un acto en sí mismo, confirma que nunca lo fue todo para ella. Y que ese deseo (ya casi acto) de ser madre es la veradera naturaleza manifestada, la verdadera esencia antes latente, antes oculta, de esa mujer y del amor que ella puede llamar finalmente: todo. Es ese darse cuenta, ya desde lejos, apartado de sus ojos, de su mirada completa y amante, de su sonrisa antes perfecta sonriendo hacia uno. De su ser.
    Y ese deseo original materializado, direccionado, esa naturaleza madre que la duplica y la completa, aparta. Llega la distancia y confirma el quiebre irremediable del lazo, ahora sentido tan terrenal y pasajero ante lo que vendrá. Y desunidos llega el hielo, rompe el hielo todo, enfriando repentinamente todo, copándolo todo.
    (Y quizás hasta la misma madre que pudo haber existido antes a mil millones de luz toma ahora el lugar idealizado amor y protección, de lo esencial. Claro, es madre y ella casi que también y al final siguen reproduciendose ellas mismas).
    Y el agua fluye destruyéndolo todo y dándole más fortaleza al hielo. Al frío que ella ya no siente pero él sí. O tal vez lo siente, pero ya no es lo mas importante. Y apartado, con ella pero apartado, ella ya es una sin él, finalmente es Ella. Y entonces, en el saberla ya inalcanzable llega la muerte del amor. Ella camina voluntariosa hacia el final. Pero muere él en ese despertarse. Ella se duplica.

    (Claro que esto no es una realidad única. Pero pasa. Y puede ser tan así cuando está de por medio el desengaño. Cuando ese deseo que irrumpe y ella abraza no era un deseo que imaginó que alguna vez iba a tener).

    Alicia.

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  2. Bueno...

    sueltos para apuntar, pastillitas, ponele...

    .-lei Un puente labrado en hielo a poco de haber sido escrito

    .-me sentí congelado sin tener claro cómo resolver el asunto

    .-sentí la necesidad de escribir/decir algo al respecto

    .-la primer expresión que ocupó mi mente fue: puf [casi literal al Uff escrito más arriba, casualidad o causalidad?].

    .-me frenó lo siguiente, dije me: es posible que este texto no provoque comentarios?. Esperemos.

    .-días posteriores anteriores a hoy me provocaron desazón y desánimo. Nada por aquí, nada por allá.

    .-hoy, cansado y sorprendido someto mi pobre mente a este comentario ajustado y sesudo.

    .-vuelvo a repetirme por enésima vez: hay las veces en que esperar vale la pena.

    .- si quieren pueden verificar lo siguiente (*)
    palabras: 679
    caracteres (sin espacios): 3.109
    caracteres (con espacios): 3.777
    párrafos: 11
    líneas: 55
    es lo que utilizó Alicia para dejar un escrito sobre otro escrito. Maravilla de la literatura?, o: de cuando un post dispara un comment que se convierte en post.

    Ahora sí: Puf!!!...

    Gracias Conde, gracias Alicia.

    se vemo.-

    (*)Word dixit

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  3. Alicia.
    Ehhh... claro, claro... eso justamente fue lo que yo quería decir.
    Ahora, en definitiva, ¿le gustó?

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  4. Laviga.
    Si no supiera yo tan claramente qué cosa significa cada uno de esos puntos suspensivos, creería que este comentario es breve. Pero créanme que el comentario de Laviga le gana en extensión al de Alicia... y por lejos.

    La quiero.
    Y deliberadamente.

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  5. IT.
    Me enternece su voluntad, su vocación, esa cosa de trabajo, de arremangarse... Lo traduzco como cariño y me cae excelente.
    Si, a veces esperar vale la pena. A mi me pasa lo mismo, tres segundos después de publicar aprieto F5 y me pongo a llorar por no recibir comentarios... Luego llegan estas cosas y uno se reconforta.

    Se vemo.

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  6. Tuve un deja vú...

    Saludos, Ignoto, sesudo su comentario también :)

    Alicia.

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  7. Antes que nada, ya lo sabe...
    MUCHAS GRACIAS!!!

    Bien muchacho, joven escritor argentino, la junta médica ha dado su veredicto, perdón! el diagnóstico: usted padece un mal incurable llamado: literatus cronicus, el cual afecta principalmente la parte del cerebro cercana a los oidos, comienza con la típica picazón en el oido medio, a la cual el paciente suele no darle la importancia que corresponde, ya que asume que es porque alguien esta hablando mal de él/ella

    Bien, la junta le sugiere dejar de escribir y dedicarse a la música, ya que no es justo que la sociedad pierda un escritor talentoso, tan joven (ya sea porque muera de ese mal, o porque el resto de la sociedad decida lincharlo)

    Bien, a continuación las tésis (había una tercera pero desistí al recordar ese mal crónico ... dicen que es muy contagioso para lectores caprichosos)

    1.

    Se va parir una nueva vida (aún sin saber qué le espera). Se va. El agua es todo eso que la abruma (probablemente la madre). No quiere estar con él ni con su madre, decide irse, no acepta el aliento ni la complicidad que ambos puedan intentar (Leningrado). La figura de Jesus, es su conciencia. Prefiere no seguir ese camino y sigue su necesidad de generar ese puente con su presencia en el lugar pactado, en el momento preciso. Siente que del otro lado la espera algo nuevo (a modo de redención). El puente de hielo es la fragilidad que la ata a la vida, es el último lugar que le entrega confianza, es el deseo que, de cumplirlo, le permitirá gobernarse.
    Es su gran deseo (de libertad), y él, sabiéndolo, le permite cumplirlo. Tambien lo hace porque esta en un plano inferior al de ella - en todo sentido,y justamente necesita saber/conocer esa incógnita que siente develada en la última línea.
    En el fondo hay sinceridad, hay dolor y un deseo de ser madre, de sí misma .

    2.

    El narrador es el Diablo que viene a llevarla.
    Se presenta como el agua y tambien como la mujer blanca. El hielo es ese deseo inalcanzable y tambien su forma de acercarse a lo que desea, a mimetizarse para no sentir. El se vale de artilugios para engañarla (las menciones de Jesus y las negaciones), pero no lo logra.
    El envidia su fortaleza y tenacidad, y por eso mantiene una actitud expectante (de respeto-admiración y tambien por saberla inofensiva),
    y cumple con su pedido, ya que al cabo, era un pacto.

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  8. Estimado Preludio, ¿no le causa problemas en su vida pensar tanto?... Le agradezco las tesis, el tiempo, la lectura, el cariño y la dedicación.
    1987 - 2011... ¿Se dio cuenta?, 24 años leyéndome.

    (este muchacho no puede haber quedado bien... evidentemente...)

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  9. Bueno, Conde, ya sabes (sabés) que odio las reuniones de EGOS...

    Ruth.

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  10. Si, Ruth, lo sé.
    Igual mil gracias por pasar.
    La quiero mucho.

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