martes, 28 de abril de 2020

Durante la nada sucia


La pupila
vuelve incandescente el mirar de la ventana.
Entonces,
pétalo tras pétalo voy entendiendo
el llanto de mis dedos.
Son canciones
que se recuerdan entre un pentagrama
de cortinas acompasadas por el viento.

Una nevada,
obsesiva compulsiva,
le permite a cada copo de nieve
elegir su caída.
(Apenas una nube.
Y se lleva por delante
la última arbolada del atardecer.)

Y asciendo.
Como quien sacude frazadas de invierno
en el comienzo de la última primavera.
(Si moviera mi pupila hacia el sol
perdería algo más que mis pétalos nevados.)

El sueño es la alarma más paranoica
de todas la ventanas posibles.

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