lunes, 16 de febrero de 2009

Take it easy


Cortó el teléfono y, para cuando pudo dejar de llorar, respiró con un hondo cansancio lejano y me dijo.
Acá el tema no es si vendiste tu alma o no. Todo este tiempo que llevo vivido me convence de que nacemos con el alma ya hipotecada.
Y se rió. Solo para sí misma.
Y concluyó.
La verdadera cosa es ver si todos los años que vas a vivir te alcanzan para darte cuenta de que esto es así. O no.

Después le alcancé su abrigo y no volví a verla hasta aquel velorio en el que para no resignar su vocación eligió morirse ella misma y protagonizarlo. Pasé toda la noche evitando asomarme al ataúd por no querer comprobar nada. Aunque nada fuera ya a cambiar, tampoco estaba tan seguro. A las tres y cuarenta de la madrugada la sala estaba vacía y sólo el tío Ignacio fumando en la vereda. Me acerqué entonces al ataúd y me asomé a verla.
La cadencia palpable de las flores que ponen allí sólo para asfixiarnos me acarició el lomo en un gesto de amigo. Desde una distancia cuidada y estratégicamente lejana de todo este mundo tan cercano como virtual, ella sonreía.

Al pasar al lado del tío Ignacio le palmeé la espalda y él creyó necesario comenzar a decir.
No nos damos cuenta de lo poco que somos hasta que...
Eso, tío, eso, le interrumpí, darse cuenta lo es todo.
Y me alejé.
Y ella seguiría sonriendo hasta que yo volviera a verla.

3 comentarios:

  1. Espero comprobar este temita del alma dentro de 104 años. Mientras tanto la tengo en alquiler, es bastante luminosa, joya nunca taxi.

    Besos y calas

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  2. Ok. Hermana, avisame en ese caso. Pienso estar ¿eh? Lo que ni de casualidad te puedo decir es en qué blog andaré para esa época, viste que a mi nada me dura mucho...

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  3. A la finada no la queria nadie parece....no hay mal que por bien no venga Conde ...Asi es la vida..no somos nada..murió como un pajarito..parece mentira verla ahí Tienen ginebra en este velorio??...

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