lunes, 4 de diciembre de 2017

Si la tarde olvida el cielo


Tengo una palabra sola

en cada una de las dos
manos.
Tres veces repetida por cada dedo
al acariciar por cuarta vez hoy
los cinco sentidos de mis seis cegueras.
Tengo sólo la palabra
hemeroteca,
asida entre los pliegues de la palma,
como si la última pluma 
del primer recuerdo 
del eterno abismo
cayera en una violenta arpa,
cayera en una gastada gracia,
cayera y cayera por vez tercera
hasta cerrar en frío mis párpados
y acunar pupilas de gasa tibia
con la visión caliente del cielo dado.
Tengo apenas la palabra
hemeroteca,
como si el amor eterno a la memoria
olvidara el sadismo en continuado
del recorrido por toda noticia,
por toda letra y número, todo consuelo,
todo aviso y todo recuerdo,
diario, edición y tinta en ciernes,
calando con bestial draga en mi quicio.

Queda sólo la palabra

obituario,
sonriendo gris desde la cerrada
hemeroteca,
llevando mi nombre en alto
y agitando la última tenue pluma
contra mis seis cegueras.

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