sábado, 26 de diciembre de 2020

Ahora que estamos tan lejos


Qué suerte tener a todos esos aviones despegando de bases aéreas en blanco y negro, en cielos grises, siempre a minutos de la lluvia y envasados en tormentas, con militares de rostros grises que corren y gritan entre los aviones que se arrastran despacio, con la exacta velocidad respirada de la amenaza. 
Qué suerte que despeguen, que vuelen, que puedan volar aún sin colores. Qué suerte que esos pilotos con cascos grises se hablen por radio y disparen sus ametralladoras que van dejando manchas de un blanco tartamudo, manchas que deberían ser balas pero son sólo blanco y negro. 
Qué suerte que los cuerpos de esos soldados grises salten hacia atrás al unísono con las explosiones, y los brazos se agiten y las piernas rueden dejando una desprolijidad de tierra amontonada. Qué suerte esas miradas de caras entretejidas de artificial espanto blanco y negro, que duran un instante, el tiempo justo para separar a una bomba de otra explosión, a un avión de otro cielo. 
Qué suerte poder pensar sólo en los aviones, en que regresen y en que regresen los colores junto a ellos, también volando. Las muertes detrás de la pantalla de televisión tienen la misma miniatura trágica que la sensación que nos queda en la mano luego de abollar un papel y tirarlo a la basura. 
Qué suerte poder tener la mano de regreso y su color. Y el papel que es blanco. Y la basura que es negra. Y todo lo gris, que son todos esos vuelos que ya no nos volverán.

2 comentarios:

  1. El gris se lleva muy lejos a los pilotos con sus aviones militares, y en eso somos afortunados, pero también arrastra muchas sonrisas de daguerrotipo y estampa. Miro una fotografía de mis abuelos, y apenas puedo sentir esa diminuta tragedia que mencionas. Igual es sólo supervivencia.
    Al final, siempre recuperamos la mano. Hasta que un día pongamos a prueba el principio de incertidumbre, claro.

    Amigo, QUÉ SUERTE haberte conocido.

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  2. ¿Será, esa supervivencia, el imaginar tibiamente que en algún lado esos grises pueden volar llevando a cuestas todas esas sonrisas de daguerrotipos, todos esas voces de gramófono, todo ese presente granulado de olvido?
    Recuperar esa mano puede ser también darle la mano a lo que fuimos, besando la incertidumbre con los ojos más cerrados que el puño.
    La suerte fue mutua, querida amiga.
    Abrazos y gracias por pasar!

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