martes, 23 de agosto de 2022

El progenitor y sus sobornos


Como si las teclas de la máquina de escribir le pulsaran los latidos del corazón y como si frenar el tipeo fuera parar ambas cosas. Palabra por palabra triunfando sobre la muerte que es el blanco en una hoja que es la vida. En desierto.

Una ventana le habla del sol, en vano, y le advierte de la noche, sin respuesta. Dejará entrar la lluvia sin estremecer ninguna cortina de por medio. Y las gotas calladas intentarán acomodarse en la hoja inserta en la máquina.

Mientras, las manos mueven palabras. 
Mientras, el corazón se agazapa ante la idea en falta, ante el argumento que no llega a la cita y el posible detenerse. De todo. 
Y de nada cuelga su hilo cada vez más transparente que lo lleva por una escalera oscura hasta la promesa del texto. 

Punto y aparte (¿y la escalera sube o baja?). 
Punto seguido. Y se rinde homenaje a la tinta, que es soldado mudo en campo de batalla minado de ideas, cometiendo incesto con el progenitor y sus sobornos. Sonriendo el adulterio de autobiografiarse para no caer en un punto final antes de tiempo.

No caer. No parar.
(Y la letra movida por el corazón que tiembla.)

2 comentarios:

  1. Volví a cruzarme con este texto hace dos días; ya sabes que no creo en las casualidades. Si nunca hubiera escrito una sola palabra, aún así, podría sentir el drama de morir en el silencio de una hoja en blanco. Y eso gracias a ti, a como nos lo pintas en tus cuadros mudos, aún sin texto.
    Otro texto precioso (comentario básico, no será el primero ni el último) que vale la pena encontrar mil veces. Un abrazo.

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    1. Gracias, Amiga. Viste cómo son las cosas... basta con que se cruce una "hoja" en tu vida para que sigamos en un otoño perpetuo, en el que las hojas nunca dejan de caer. Y caer por caer, mejor que caigan escritas.
      Abrazo grande y gracias por el cariño.

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