El vértigo no está en el cielo, decías mientras acababas los planos en sepia para cruzarte de piernas, ni mucho menos en la silla, decías mientras dejabas atrás la pretensión de sostener tu cuello en alto, el verdadero vértigo vive en el aire que se respira, decías al final mientras controlabas las alas que se te desplegaban desde los hombros.
¿El pañuelo?, te pregunté extrañado repitiendo tu pregunta. Supongo que en el fondo de alguno de los cajones. ¿Arriba? hay mucha tierra. Y viento. Pero si se lo mira desde el primer cajón no es aire violento, no son porciones de universo que se trasladan. Son cantos mudos que entonan espíritus que se fueron a bordo de una asfixia. Sus letras tienen el mismo relieve que tu espalda y las rimas son tan cóncavas como tu columna dibujada en la tarde. No, convexas son tus excusas para darle la espalda a la montaña azul pálido. Y claro, el segundo cajón se desfondó.
El pañuelo. Por supuesto, ahora puedo ver tu llanto. Lo confundí con savia del árbol donde florecen sillas. Las alas, por supuesto. Desplegadas desde tus hombros como si las colinas fueran excusas de la llanura para exhibir al cielo. Alas, pero no vuelo. Plumas detenidas en el vértigo.
Me gustó Pablo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Daniel. Un gusto y un honor que pases por este blog.
EliminarAbrazos!
Me encantó por la originalidad, te sobresalta el otorgarle vida a los objetos
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Siempre es un recurso interesante.
EliminarAbrazo!