miércoles, 7 de mayo de 2025

Se conoce por sentir


Sigue lloviendo.

No, claro. Por supuesto, no llueve siempre. Hubo tiempos en donde no llovía. O sí, pero nadie se ocupaba de registrarlo. Entonces, cuando se llega a ese punto se duda de todo. Porque, si no todo fue registrado, si no todo recae en alguna memoria colectiva, libro, diario o estudio, le abrimos la posibilidad a poder dudar de todo. Ahora mismo, mientras miro embelesado el collage de grises y sus tonos de belleza en clave de cielo, dudo mucho de poder recordar algún día sin lluvia. Sin embargo, al mismo tiempo, es claro que las tormentas se detienen, el sol sale, las nubes se abren. Todos sabemos eso. Pero, por alguna razón, en este mismo instante en mi cabeza, y sé que también en la de todos los que me rodean y habitan aquí, no es posible que se forme el recuerdo de un día soleado, de un cielo sin lluvia.

Así es como llego a las palabras que me dijo aquella vez ese forastero que escribía, que se instaló en el pueblo un tiempo, callado, amable y con un carácter que sabía caminar paralelo a la paleta de colores de los espíritus de por aquí. Apenas supe de su llegada por dichos, comentarios en el bar o cruces de vereda, porque se hacía notar muy poco. “Necesito observar, no ser observado”, solía decir con una sonrisa amable y se escabullía enseguida confundiéndose entre los árboles de la plaza. Uno más. Uno que, sin embargo, trabajaba para pasar por “uno menos” y no notarse. La cuestión fue que, cuando llegué a hablar con él (por alguna razón todo forastero termina siempre hablando conmigo en algún momento, sin que yo sepa o entienda porqué), supe que era profesor de historia y que se dedicaba a reconstruir el pasado de los pueblos hasta llegar a su fundación, para luego ponerlo todo en un libro. O varios, dependiendo de lo importante que sea lo que se encontraba. Y no, antes de que alguien se lo pregunte o imagine, o se haga alguna ilusión con el tema le adelanto el final: ningún libro ha salido de este pueblo. No al menos de la pluma de este forastero. Ni de ningún otro que nos hayamos enterado.



—¿Sabe lo que pasa?, sin lograr entender muy bien porqué ni en qué circunstancias ocurrió, puedo afirmarle que todo este pueblo que ustedes habitan carece de algo fundamental. Algo que no se nota porque, claro, para notarlo hay que tenerlo, caso contrario se vive sin saber. Nadie extraña lo que nunca conoció, ¿entiende? Bueno, ese algo que acá no existe es la memoria. Nadie de ustedes tiene memoria, caballero. No he logrado reconstruir ni un mes de historia porque, aún habiendo hablado con decenas de personas, resulta que simplemente nadie recuerda nada, ni se interesa por esa falta, ni sospecha que esa capacidad, tan importante en la condición humana, aquí fue borrada de la faz de este suelo que habitan. De esta manera, no sólo no podemos estudiar su historia o su conformación como pueblo, sino que tampoco podremos llegar nunca a saber cómo se fundó.

Yo, simplemente atiné a decirle lo primero que me surgió, puesto que esa palabra, “fundar”, me movilizó desde algún lugar enterrado en mi ser. Enterrado, es decir, que existe pero que no se puede ver, ni tener, ni contar con él.

—Mire, buen hombre, voy a decirle lo único que se me ocurre que puede ayudar, porque usted me parece buena gente. Creo que eso que usted dice, la memoria, es como el tiempo enrollándose sobre sí mismo, cual serpiente que forma un espiral imposible para mirarse los ojos con sus propios ojos. ¿Cómo volver a algo que ya no está, que se fugó en el devenir, que quedó enterrado junto al anochecer? Y usted busca eso. Se empeña en buscar precisamente lo que ya no se encuentra. Bueno, aquí nadie hace eso. Se podría decir que vivimos en línea recta y no somos de abrazar espirales ni giros de ningún tipo. Sin embargo, hay algo que sí puedo decirle con respecto a la fundación del pueblo.

—¿Sabe cómo ocurrió?

—No, señor. Yo no sé cuándo se fundó este pueblo, ni cómo, ni quién lo hizo, ni nada de todo eso que alguien como usted puede llegar a preguntarse. Lo que sí le puedo decir es algo muy simple, pero importante para entender el resto de todo.

—¿Algo que recuerda?

—No. Mire, la memoria no es la única forma de saber. Ciertas cosas se conocen por recordarlas, pero ciertas otras sólo son posibles de conocer por sentirlas, ¿me entiende?

—Sí… supongo, pero no importa lo que yo piense. Cuénteme que es eso que sabe y que podría ayudar.

—Como le decía, yo no sé nada de la fundación de este pueblo. Pero sólo le puedo afirmar una cosa. Ese día, llovía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario