jueves, 19 de noviembre de 2009

Caballos ardiendo


El relato de las dos ciudades acababa de formarse en la estación del tren último, pacífico.
Su carne, tampoco.

4 comentarios:

  1. Cuando estás triste me tira de sisa el alma, hermano. Al final hay que dejar la ciudades e irnos al Bolsón, ya sé que está medio pasado de moda pero siempre nos quedará el Uritorco (o como catzo se escriba), por ahí nos descubren los seres extraterrestres y lo pasamos genial. Andá a saber...

    Besos y Ovnis

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  2. Me gustó eso de las medidas que siempre cambian, eso de ir alejando el horizonte.
    Conozco el caso de un psicólogo que como llegó enseguida al horizonte, pegó la vuelta y se puso a cambiar lamparitas de 75 "bujías" (es que era muy mayor el hombre) mientras tarareaba: "cuánta mina que tengo..."

    Con respecto a lo de la chica esta que amamanta trenes... qué segrega? electricidad o carbón?

    Sin otro particular y feliz por el reencuentro.

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  3. Lo de alejar el horizonte es algo tan canalla como seductor. Supongo que lo sabe.
    Respecto al psicólogo en cuestión, uno siempre mantiene la esperanza de que la llave correspondiente no corte el polo vivo como debiera...
    La chica segrega viajes, Laviga, los viajes lo son todo... alimentan mucho, ¿no cree?
    Y en felicidades compartidas se reencuentran los reencuentros.

    La Quiero.

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  4. Hermana, ¿triste?, para nada. Dejá la sisa de tu alma en paz. La alegría ronda mucho. El Bolsón es sólo un dulce artesanal y el Uritorco es un invento de Spielberg. Sólo existe Buenos Aires, creeme...

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