martes, 3 de noviembre de 2009

Sombrero


Le mostró sus manos vacías.
¿Soy capaz de llenarlas?
Alrededor las balas silbaban. Y un reloj quebraba piedras sin darse cuenta.
Sacudió jirones en derredor y volvió a su cauce. Le mostró sus brazos abiertos.
Y no saber cuál de las balas.
La avenida cobraba cielos y espantos con dieciocho sentidas emociones alineadas alrededor de las esquirlas.
Una vez tras otra, una vez tras otra, un pez detrás de la obra.
Pero no puede volver a llover, eso es claro, explicaba el hombre de la esquina virada al rojo, basta mirar los cielos para entender que hay más lluvias extinguidas que balas rebotando contras las columnas de alumbrado.
Luces. Luces bien, hoy. Y mejor será el mañana.
Entonces él pensó en cuando todo acabe. En cuando todo de la vuelta y el regreso sea un presente más que forma fila. Luces.
Agachate. Abajo. No hay balas para vos ni para mi. Pero más vale reirse un poco más de los riesgos que eso que siempre hacés, eso de mirarlos desde lejos, desde tu siempre estúpida colina.
Auto que se detiene en semáforo en rojo y granada que entra por la ventanilla por la que se ven brazos que se agitan antes del rojo-naranja-amarillo y ese ruido.
¿Lo escuchaste?
Reloj. Dobla esquinas y junta piedras. Corre. Cruza en rojo. Mira a la mujer sin detenerse y la mujer se detiene sin mirarlo. Ni piedras ni balas a su alrededor.
Pero ¿lo escuchaste?
Espera y lo mira. Ocho balas más que rompen la vidriera de la izquierda.
¿Vos me hablaste?
Otro auto se estrella contra el incendiado y el conductor del mismo prendido ya fuego se cae al asfalto.
¿Ves?, no parecen quedar cosas para llenarlas.
Le muestra sus manos vacías.
Entonces saca los vidrios rotos para entrar a la vidriera y un camión encuentra su estrellarse en la esquina. El reloj los mira a ambos. Se sacude pedazos de camión y los mira. Saca de la vidriera el sombrero más cálido de esa primavera y lo coloca en la cabeza de la mujer que sonríe.
Le muestra sus manos vacías y él niega con la cabeza.
Ahora sí vamos.
Pasa a su lado el reloj, con sangre helada en los segundos. Las balas lo buscan y las piedras no alcanzan.
Le muestra el sombrero sobre su sonrisa.
Yo te cubro.

2 comentarios: