miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cuento para dormir a una mujer


Una Dama sempiterna cuestionaba al Ocaso su guadaña cargada de pareceres desubicados por toda carga nocturna y por toda la ancha llanura.
Acometía con dones despreciados y olvidados toda clase de ataques en pos de mantener vivas las cuestiones del Ocaso a la hora de no sucumbir a la Noche. 
Pánico de duermevela sospechaba el Ocaso y la sempiterna le sonreía a su disimulo peor entrazado. 
La Dama se acercó a acariciarle los últimos rayos anaranjados y el Ocaso dio luces de luna distante sintiéndose en peligro. 
La Noche sostenía el Sueño de lejos y sin fecha de vencimiento, pintando acuarelas viradas al ocre sobre marcos de deseos sabor plata. 
La Dama, con la esperanza en duda, plantó verdores de madrugada en medio de las brisas del susurro, mientras que el Ocaso derretía jazmines fabricando el elixir sagrado de los amables sueños turbios. 
Invitó entonces a la Dama sempiterna a cenar sauces de gloria, mientras la Noche llegaba a los acrílicos sin conocer las perspectivas del porvenir, pero imaginando soles nonatos que su abuela llegó a contarle. 
Quiso, la Noche, consultar al Ocaso sobre el color del sol, cuando éste brindaba la paz con jazmín en jugo frente a los ojos de la Dama, embriagada de juegos de luces sospechadas entre las estrellas. 
De a poco. 
Sin quererlo. 
Enamorada. 
La noche miró de lejos acunando al Sueño sobre sus óleos de espesuras rojas, resbalando decires murmurados. 
El Ocaso vació su copa para tomar en sus brazos la mirada de la Dama virada al entorno. Sempiterna, le dijo, duerme hoy y verás el ardor del sol cuando yo sólo sea recuerdo y los jazmines sólo engarces de tu aliento pasado. 
De a poco. 
Sin quererlo. 
Enamorada. 
La dama durmió. 
La Noche pidió permiso para acabar al Ocaso y mientras el Sueño le sonreía al sarcasmo ciego de la ancha llanura, derribó los finales y anaranjados rayos. 
El Ocaso murió. 
La Noche parió el espanto de su nostalgia propia en total soledad. 
De a poco. 
Sin quererlo. 
Ilusionada como cada vez con imaginar al fin el color del sol.

3 comentarios:

  1. ¿"Dormir" puse en el título?... caramba, cuando más necesita uno un buen acto fallido más acertado se comporta nuestro cerebro...

    La quiero.

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