martes, 6 de octubre de 2020

Intersticios


Pusieron ladrillos. Apilaron ladrillos creando un horizonte nuevo y artificial que subía conforme las manos iban deslizando filas de rectángulos ubicados. Miraron con cierta sorpresa, en algún descanso, cómo los ladrillos habían superado el horizonte de su mirada primero, el filo de su cabeza después. Al fin era algo superior. La escasa importancia, casi un menosprecio velado, que cada ladrillo podía tener en soledad, se revertía por completo al ser parte del todo. Se miraban disimuladamente. Era una sensación tan íntima como fuerte saber que ninguno podía faltar. Y las ilusiones, pusieron. También apiladas con una recta prolijidad sobrellevada en secreto para no despertar la ira de ninguna curva soberbia. Sin embargo a éstas no las fijaron con cemento. Las dejaron en una simulada construcción que le hacía frente al abstracto y lo irreal de aquel frío.

Junto a la pared se paraban las mujeres formando una fila. Sin orden, sólo una fila. Los ladrillos sobresalían como dientes de un exabrupto congelado en el instante de herir. Cada piel de mujer sobrellevaba bien el supuesto miedo por cada ladrillo expuesto, por cada sobresaliente herida potencial. En ocasiones, algún cabello rozaba los ladrillos y mínimos polvos de tonos rojos giraban en el aire, caían en algún hombro o espalda. Las palabras eran también ladrillos y se deslizaban en fila, de mujer en mujer, alzando el horizonte de cada tono de voz. Muchas de ellas, al cabo de varias oraciones, terminaban rellenando espacios entre ladrillos. Intersticios que dejaban para siempre el vacío para pasar a tener un sonido abstracto.

Llegó el día de la lluvia y junto a la pared se deslizaban dos mujeres únicas. Una de ellas marchaba con el espanto de la ceguera entre sus pasos, recreando los ladrillos con sus dedos encallados en el hambre de la imagen. La otra, cerrando la fila, padecía la oscuridad del mutismo y sentía cada gota de lluvia sobre su pecho como un odio que borraba de a una las palabras de su mente. Cada gota un encogerse de significados y cada gota un sonido menos. Y cada gota una ilusión que descendía por su piel hasta negarse en el piso

Entonces fue cuando pusieron la ventana. Abrir ese vacío en medio de la pared fue decirle, al fin, a cierta cantidad de ladrillos que indudablemente no tenían sentido. El resto, los que quedaron, miraban el hueco como quien se acaba de enterar de que la muerte existe y espera. Las ilusiones que acertaron a sobrevivir en el alféizar despertaron de un sueño de palabras de mujer embebidas en gotas de lluvia. Pero cuando la fila comenzó a prodigarse palabras sueltas en derredor de la ventana, ocurrió finalmente que cada mujer sintió la ventana como el espejo de su piel, aunque del otro lado del vidrio sólo existieran, ilusionadas para siempre y montando un horizonte de oraciones que se perdía en la altura, todas sus palabras perdidas alguna vez entre los intersticios de los ladrillos por venir.

3 comentarios:

  1. A menudo me quedo sin palabras, espero que llegue el comentarista número dos y aporte algo de luz a tu esfuerzo (talento).

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  2. Sublime. Paredes. ¿Qué hacen las paredes?
    ¿Qué hace una ilusión?, y cómo terminan algunas...
    ¿Qué hace una mujer con todo lo que la rodea?
    También, la lluvia que desnuda, el aire el nuevo horizonte en la ventana, porque importa un poco más lo por venir, que lo que se aleja.

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  3. Anónimo de las 26:19:00 GMT-3, ya llegó el Anónimo de las 23:19:00 GMT-3 para poner las palabras que faltaban y algo de luz. Este blog es un verdadero servicio a la comunidad. (Está bien, alguien puede objetar que es una comunidad pequeña, pero no por eso vamos a dejar sin atención...)
    Los quiero mucho a los dos. ¡Gracias por pasar!

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