jueves, 8 de octubre de 2020

Todas tus caídas rotas


—La arena, por ejemplo. La arena no es un piso. Uno mete los dedos o la mano y va hundiéndose, parece un piso, pero cuando lo queremos usar de piso, desaparece. El agua es lo mismo. Desde arriba de un acantilado, por ejemplo, yo miro el mar y es un gran piso. ¿Podría usarlo para caminar?, me hundiría, caería sin fin y no llegaría nunca al fondo porque, además, me ahogaría. Y todo así. ¿No sería lo más lógico, viendo una nube, querer sentarse encima? No, obvio, es vapor, nos dicen. Si llegáramos a la nube veríamos que no hay nada. Caeríamos, también. Entonces se puede pensar que el único piso es la tierra. Pero tampoco. La verdad es que todo el tiempo estamos cayendo. El único estado que conocemos es el de la continua caída, perpetua, constante. Tan constante que ya nos olvidamos de que caemos y no lo percibimos. Pero caemos. ¿Y cuál sería el fin, el destino de la caída? No lo hay, porque esa pregunta sólo se la inventa un ser humano. No hace falta que haya un destino ni un fin. Las cosas pueden ser sin terminar nunca. E incluso pueden ser sin tener un motivo para ello. Caemos, eso es todo.

Dejó la valija apoyada en el banco de la plaza, pintado de verde. Miraba hacia algún punto en el horizonte y se cubría los ojos del sol. Luego metió la mano derecha en el bolsillo de su saco y extrajo un reloj de pulsera con la malla rota. Simuló mirar la hora, pero en realidad estaba pensando.

—Me pone triste saber que te vas. Que el enrejado del tiempo se va a complacer otra vez en llevarse esa caída tuya a una distancia tal desde la que no se puede escuchar una palabra.

A unos metros de distancia un perro se sentó sobre el pasto húmedo y miró con atención algo por delante. Él palmeó el lomo de su valija como si fuera un animal dormido que profesa una enorme fe en la ignorancia de su sueño.

—Rota. La gran palabra es rota. La caída está rota y deja, entonces, que supongamos pisar lo firme. Pero si mirás las patas de ese perro vas a ver que el pasto no podría detenerlo. Caería. Y su mirada, su atención puesta en algún otro animal. Caería. Y detrás del perro, como si su cola fuese una señal, todo el universo conocido en un gran embudo. O no. O quizás el perro caería por ese cono de emociones secas e incesantes que el universo le dejaría por detrás. Y luego nosotros. Y esta plaza. Y todo. O antes nosotros.

—Pero te vas. Y qué me importa entonces de tu caída si ya no puedo ser piso para complacerme con el golpe. Preferiría que el perro orine en el árbol y ese líquido se volviera lluvia amarilla jadeando su caída desde el cielo, para que saques de esa valija el paraguas blanco que te regalé y nos quedemos juntos debajo de él a esperar que pare. O que ladre.

Todavía tenía el reloj en su mano y la agitaba, como quien siente la impotencia de no poder explicar algo urgente, importante. Ridículamente grave. Por eso miraba constantemente la hora, el cielo, el perro, el pasto. Y a ella, con ojos de espina dorsal vencida por el espanto de algo irrenunciable.

—Sabés que si abriera la valija todo se acabaría.
—No.
—Para siempre.
—Si abrieras la valija saldría el perro de adentro, llorando a carcajadas y masticando pedazos de universo trozado que supo dejar caer en su pasto húmedo. Pero vos elegís irte y elegís llevarte tu valija con todas tus caídas rotas a otra parte.
—Se empieza por desconocer el piso y se termina por flotarlo todo. Yo no puedo hacer nada más. Vos elegís...

Se interrumpió. En ese instante el perro se levantó y salió corriendo hacia el lado del horizonte.
Su figura sobre el pasto húmedo comenzó a formar una sencilla nube gracias al vapor de la ausencia. La nube se elevó, flotando ondulante sobre las briznas verdes.
Ella miró los ojos de él, que a su vez miraban la escena humedeciéndose.
Luego, él rodeó su valija con el brazo derecho casi sin darse cuenta, como si fuera un abrazo largo, último, recordado.

2 comentarios:

  1. "Así cae el humano perfecto" dirían Vintbergen y Lars von Trier.

    "Si abrieras la valija saldría el perro de adentro, llorando a carcajadas y masticando pedazos de universo trozado que supo dejar caer en su pasto húmedo. Pero vos elegís irte y elegís llevarte tu valija con todas tus caídas rotas a otra parte"
    Me encanta este fragmento.

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  2. Gracias. A veces pareciera que la caída es lo terrible, pero la clave de lo más triste es ese "se termina por flotarlo todo".
    Viva el vuelo. Nada menos que un par de alas para la próxima (vida o valija, da lo mismo).

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