domingo, 13 de abril de 2025

El espejo de un deseo


A medida que se acercaba al espejo, cerraba los ojos. Y se quedaba detenida allí, sin mirar. 
—¿Por qué?
—Porque lo que se muestra ahí no soy yo. 
—¿Y quién es?
—Lo sé, pero no puedo decirlo. 
—¿Funciona mal el espejo, entonces?
Se daba vuelta, dándole la espalda, y ahí sí me miraba. 
—Todo laberinto se alimenta de incertidumbres. Mientras la duda está presente, tiene vida. Cuando hay certezas, muere. 
Yo la miraba. Y miraba el espejo detrás de ella. Y el espejo reflejaba una parte de mi y una parte de su espalda. Ahora sentía el miedo de no recordar cuándo habíamos entrado.
—Es hora de apagar la luz. 
Como siempre, solía decirlo cuando entre los brazos de cada uno, ejecutando el tenerse en el reflejo de un abrazo, serpenteaba el laberinto con una paleta de colores venenosos que volvía sensata la oscuridad. 
Luego, sus labios, que aún sin luz tenían aroma a rojo verano, le hablaban a los míos tan cerca que no me hacía falta oír las palabras para entender, por la vibración de su aliento invadiendo dulcemente mi boca. 
—No hablemos, porque los espejos no solo entienden de imagen, también de sonido. Pueden reflejar todo lo que decimos. Y sé que lo que algún día repetirá esa imagen que no es la mía, son palabras que nunca he dicho. 
—Te voy a dar un beso.
Porque ella siempre me pedía que le avise antes. Odiaba girar de imprevisto dentro del laberinto y ver el extremo sin salida, la elección torpe, la falla. 
—Y salimos. 
Porque yo siempre le pedía que me avise antes. Necesitaba una mínima señal de salida para poder desplegar a tiempo las alas y llevarla, con esa danza de aire turbulento alrededor que nos gustaba hasta la embriaguez, hacia donde nuestro laberinto se desplegaba recto, sin elecciones ni reflejos de otras dudas.
Antes de aterrizar y cuando ya las alas disfrutaban del planeo suave cercano a la tierra, se lo dije. 
—¿Algún día me dirás quién es la del espejo?
Ella apretó fuerte sus brazos alrededor de mi pecho.
—Sí, pero te lo diré cuando ya no puedas oírme. 
—¿Y verte?
—Verme sí, claro. En el espejo. 
Aterrizamos. Justo a tiempo para volver a encender la luz. 
Y mirarnos. 
Porque cada ojo es, al fin, el espejo de un deseo.

2 comentarios:

  1. Que bonito podés decir , amigo .. . Gracias por compartirlo. Abrazo 🤗🎶🌸🫂

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    1. ¡Gracias a vos por pasar y por leer, amiga! Una enorme alegría encontrarte por acá. Abrazo.

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