viernes, 22 de septiembre de 2023

Abismos en sepia


Llueve.
No pongas a secar el sol, dirá Cristo,
en la heladera que cruza el desierto.
Tu mamá estuvo dentro
y la ciudad latía en naranja
como botellas de almíbar anestesiado.

Se va del cuarto donde los grillos
convocan una retahíla de espantos
y duermen
soñando cada uno con un capítulo
del índice que los apunta.

Disparo.
El ocio turbado cuajará las sienes
donde revientan abismos en sepia.
Apunto.
La mano en el bolsillo saluda
al frío del acero sin almíbar.

Cristo miraba su desierto desde lo alto
y, contando los soles secos que tu mamá tejía
con lana de grillos dormidos al ocio naranja,
apuntó al latido de la ciudad,
cerró los ojos en el capítulo cuatro
y abrió una heladera llena
de panes divididos por peces,
mientras llueve,
vino.

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