¿Cómo se llamaba? No sé. Recuerdo el apellido, pero el nombre… Bueno, el apellido creo que tampoco. ¿O era…? No, era él, sí, pero el apellido se me escapa. Empezaba con ele, me parece. Pero la fisonomía sí la recuerdo. Clarito. Un poquito más alto que yo, tirando a gordito, de esos chicos a los que les solían decir morrudos. ¿Y a qué viene esto? Buscando, claro, buscando el origen. Así como siempre me la paso buscando el origen de tantas cosas. El porqué. Esto es un origen también, porque toda herida tiene un origen. ¿Y estoy seguro de eso? De lo que estoy seguro es de que la pregunta es estúpida, es retórica, es para intentar convencerme de que no se trata de una obsesión lo mío. Pero y entonces ¿qué es? No querés llamarlo obsesión pero… ¿vos viste lo que hiciste?, ¿lo que vas a hacer? No importa. Está bien. Lo voy a hacer y sé que después de eso me voy a sentir muy bien vaya a donde vaya. Pero el nombre, ¿hace falta? No sé, claro, no lo sé, pero me parece que encontrar el nombre es comprobar que mi cabeza funciona. Y si mi cabeza funciona no puede estar tan mal lo que voy a hacer. Sí, pero… que funcione no significa que funcione bien. ¿Y él?, ¿él funcionaba bien? Si, claro que funcionaba bien. A los tipos como él, bueno, un chico en ese entonces, las cosas le funcionan bien porque entienden que el mundo se trata de ponerse del lado de quien se aprovecha y no del lado del aprovechado. Claro que, igual, no sé cómo le fue en su vida, no sé si fue un tipo de éxito o un pobre desgraciado. Y ahora ya no da para preguntarle, jajaja… no, claro. Pero tiendo a pensar que fue un medio pelo, como se dice, con algún que otro logro y una vida de mierda como todas, sólo que mirada desde esa altura de soberbia que tienen los que le joden la vida a los demás. Porque me jodía y cómo. No llegábamos a los doce años y eso que él hacía en esa época no tenía nombre. Ahora se llama bullying y salís por la televisión y te entrevistan y los famosos se solidarizan y hasta cuentan que a ellos también les pasó. Pero antes llorabas en tu casa solo y encima te decían que eras un estúpido por no saber defenderte. ¿Y lo que voy a hacer ahora es defenderme? ¿Vale la pena defenderse tantos años después? Lo peor era que siempre venía por la espalda, no lo veía, y si lo hubiese visto daba lo mismo, claro, porque era más grande, más fuerte y más hijo de puta, y a esa edad eso se llama jerarquía. Después, cuando sos adulto, la jerarquía tiene organigramas y cartelitos y los golpes son de otro tipo, pero te dejan respirar un poco más, claro. No, de chicos son sopapos, son golpes en los brazos que después te dejan un moretón que funciona, mientras dura, como el certificado de lo estúpido que sos. Son empujones y son cachetazos porque sí. Y lo peor de todo, las carcajadas de alrededor, porque nadie ve maldad en eso, son jodas, es todo joda, es todo diversión, son chicos, te dicen, se dicen, los chicos son así. Es la diversión del que agrede, del que autoritariamente decreta que la diversión es hacerte sufrir y que no tenés que sufrir porque si él se divierte, si todos se ríen… ¿cómo vas a sufrir vos?, ¿no ves que sos un boludo, si es una joda? Y no hay caso con mi memoria, ché, lo miro y lo miro y no me llega el nombre. Debe ser alguna de esas trabas que pone la memoria, esas cosas negadas que tenemos, ¿no? Igual, no vale mucho la pena el esfuerzo porque ya no me escucha, claro, así como está, por más que lo llamara por el nombre o el apellido, da lo mismo. De última, pienso, la comida es así, ¿no?, cuando comprás una tira de asado no te preguntás por el nombre de la vaca, claro. No tiene sentido detenerse en eso. Ahora me viene a la mente el llamado de mi mamá, hoy por la tarde, “¿qué vas a cenar hoy?, ¿tenés algo, nene, o querés que te lleve?”, jajaja… “no, mamá, tranquila, hoy tengo algo pasado para cenar”, “uy”, me dijo, “si está pasado fijate que no te haga mal”, “nooo, tranquila, al contrario, no sabés lo bien que me va a caer”… Hay que remover un poco el fuego. Creo que algunos pedazos ya están.
La venganza cocida a fuego lento... acordate de servirla fría...
ResponderEliminarFinal irónico (y previsible) donde nos confirmas una vez más que no hay registro que se te resista. Nos conduces hasta el final por una sucesión de emociones reales que nos dan la pauta de que a nuestro hombre en cuestión la cabeza le funciona muy bien..., otra cosa lo que fuera a alegar un buen abogado en un juicio... que también estaría en lo cierto...
Toque de humor aparte... enhorabuena Amigo, un placer leerte.
Gracias, Amiga. Es una suerte que te pueda tener como testigo de mi absoluta impericia en la cocina, porque así puedo deslindar cualquier tipo de responsabilidad que se me quiera achacar por lo contado. Evidentemente, si alguien estaba cocinando algo, yo no era... así que no es autobiográfico.
ResponderEliminarAbrazo y gracias por pasar.