Soñar con nada.
Despertar dibujando un vacío para que se llene de las amenazas de los seres dormidos. Y allí, desde las alturas de lo simbólico en coherencia somnolienta con esas fiestas que quedaron en el pasado, ver cómo cada sillón se va hundiendo en el agua corroída por peces que no han sabido participar del milagro de cada fruto.
Soñar con cada vacío abordado desde cada sillón. Aún seco, claro. Aún a flote, en cada noche. Recorrido por una miasma de fauna marina que profesan el más marino ateísmo en todo lo que pueda florecer.
Soñar con que nada se pudra. Jamás. Frambuesas que han visto la Revolución Francesa y aún hoy deben sufrir la indiferencia hereje de peces negados. Nogales remando sobre sillones a flote que lloran en ramas bajas recordando aquellas fiestas que supieron verlos con sus mejores galas: hojas verdes en una fluorescencia que volvía fruto el sólo color. Manzanas que habitaron las egipcias bandejas de faraones que contemplaban la construcción de las pirámides de Keops, Kefrén o Micerino, y que hoy, aún sin madurar del todo, ven alejarse de sus semillas a peces de sueños atrofiados.
Los seres dormidos no abandonan los sillones cuando se hunden. Y el vacío que he dibujado en cada despertar los va deglutiendo. Pero, soñar con nada, anestesia cada día, al día siguiente del mañana que nos permitió dormir para soñar la nada que nos dejó dibujarla. Soñar con una nada en fiesta, aunque el sueño atrase y yo esté despierto, disimulando mi vigilia por piedad y para que no llore impotencia, porque si hay algo triste hasta el desangre es ver a un sueño bañado en lágrimas. Sin frutos. Ni peces creyentes que sepan dibujar nada.
El último de los sillones carga tres seres dormidos, apretados, respirando roncos con la boca abierta. Se va hundiendo entre un fragor de peces que son parte de otra fiesta (un morbo reluctante a todo festejo o sonrisa mínima) y que miden con la curvatura de sus aletas cada ahogo que los seres dormidos acabarán por protagonizar. Fiesta al fin. Sacrificio, en clave de horror. Pero quieto, apenas un agua agitada y vuelta al sueño. Pero eterno.
Soñar con nada. Y amanecer con uvas que supieron conversar con Moisés.
Acabaré con todos los peces algún día, y el vacío dibujado será hogar, mundo y lago por siempre.
Frutos, fiestas y el pasado siempre presente en cada brillo, cáscara o semilla.
Pero soñar, soñaré siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario