lunes, 24 de marzo de 2025

Cuando carece de ruido


Sin el sonido, los autos parecían flotar en la calle. Y cada esquina podía ser una invitación amable a ver las cosas de otra manera. 
Tampoco hubo sonido para las cuatro palabras que le dijeron antes de dejarlo solo. 
—Sale a las quince. 
Entonces lo miró cruzar la calle (ese arroyo de silencio) y entrar en la puerta azul, cerrando todo lo vivido por detrás.
Nunca entendió lo que iba a suceder.
Nunca escuchó.
Los camiones pasaban ante su vista como esas nubes que corren violentas y mudas en los cielos de tormenta. El movimiento, aún de lo inmenso, es blando e inofensivo cuando carece de ruido. 
Miraba fijo todavía la puerta azul cuando dieron las quince.
Un negocio, a su derecha, bajaba la persiana atrayendo su atención cuando ella pasó por detrás, usando la última oportunidad que el destino había dispuesto para que se conozcan. Cuarenta segundos más tarde la puerta azul se abrió, al otro lado de la calle y, al verlo solo, entendieron que todo había pasado de largo. Y el ruido que hizo, al cerrarse de un portazo de ira que dejó astillas azules en la vereda, fue el primer sonido que él escuchó esa tarde en la calle. 
Miró la puerta, nuevamente cerrada, sin entender y decidió volver caminando a su vida (ese jadeo en el vacío).

No hay comentarios:

Publicar un comentario