Descartar en la noche los esqueletos,
(movimientos todavía frágiles),
y la nostalgia de la carne que los recubría,
como cada sueño se ocupa de asistir,
la realidad que nos ataca desde el despertar.
Se va otro día sin que.
Un día menos para el.
Se pasó el día y nunca pude.
Llegó la noche y sin.
Voy a redimir cada roce con las sábanas,
(movimientos en clave de sol, de noche),
de la misma manera que cada hora del día
fue tajeándome el sentir iluso de que,
en el final,
aguardaba la meta, la gloria y la fama,
para el ganador absoluto de la jornada.
Y dormir.
Sabiendo que hasta el más crudo
de los cementerios,
deja pasar los sueños silbando bajo
entre los huesos de cada esqueleto
que nos prometió reencarnar
en la mañana siguiente.
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