sábado, 5 de septiembre de 2020

Arañado por el viento negro


El saco de terciopelo, arañado por el viento negro, está sentado frente al televisor encendido en la absoluta soledad de la casa. El silencio del aparato le permite ver cómo el brillo de las imágenes rebota y se desliza por la irregularidad de sus solapas. Varias de las figuras que se mueven en la pantalla se van desmayando y cayendo en los bolsillos del saco. Y en esa obscuridad se encuentran, algo desorientados, quizá.
En uno de los bolsillos del saco, el derecho, hay un papel. Una actriz, aún contenida dentro de un vestido largo color champagne y sosteniéndose una capelina lavanda con una mano, abre el papel y lo lee. Mira, luego, al piloto de carreras que sostiene el casco entre sus manos mirando con curiosidad el interior del bolsillo. Le enseña el papel sin hablar y el piloto lo lee. El casco se le cae de las manos. Le devuelve el papel a la actriz y comienza a sentir taquicardia. Ella dobla repetidas veces el papel y se lo guarda velozmente dentro de su capelina lavanda. El piloto de carreras la mira fijo y nota que la actriz tiene las pupilas dilatadas. En ese instante, el tigre amaestrado del espectáculo desciende desde el borde del bolsillo. La actriz lo mira aliviada y se abraza a sus patas traseras, llorando.
En el bolsillo izquierdo acaba de comenzar una misa en donde un actor, ya retirado, recita unas letanías aprendidas de memoria apenas unas horas atrás. La severa y ajustada sotana le impide moverse demasiado y no logra distinguir cuántos actores de reparto acertaron a caer ya dentro del bolsillo y siguen su misa. Al llegar el momento de la consagración mete su mano derecha en el bolsillo de la sotana para sacar la hostia de utilería y, en cambio de ésta, encuentra un papel doblado. Extrañado, mira al actor joven a su izquierda, que oficia de monaguillo. Él le devuelve la mirada y se encoge de hombros. El actor con la sotana abre el papel y lo lee. La respiración se le entrecorta. El crucifijo de madera colgado en su pecho se desprende y cae. Desde el fondo de la concurrencia de actores de reparto que siguen la misa brota un grito ahogado. Una mujer de impecable traje verde oliva cae inconsciente en brazos de un actor canoso que ataja su desmayo a tiempo.
En las paredes de la casa a obscuras el brillo del televisor mueve formas y desliza colores conforme las imágenes cambian. Semeja olas psicodélicas rompiendo en la costa de un living en soledad. En el cesto de basura ubicado junto a la cocina hay una bolsa negra colocada, nueva, limpia, completamente vacía a excepción de un papel doblado en su fondo.
El saco de terciopelo sentado frente al televisor bosteza y aprieta un botón. El televisor se apaga. 
En el cesto de basura, el papel doblado comienza a arder.

12 comentarios:

  1. El papel o el televisor.
    El televisor es alguien más de la familia, dijo un vecino, entonces, en algunos casos está muy bien que se apague.
    Pero, no quemen al mensajero.

    ResponderEliminar
  2. Gracias, querido Anónimo de las 10:53:00 GMT-3. Me permito dos reflexiones con respecto a su comentario. ¿Suele apagar usted, con frecuencia, a integrantes de su familia? En caso de que la respuesta sea afirmativa, le ruego que comente dónde está ese botón.
    Por otra parte, no, lo que se quema, en todo caso y si acaso usted quiere verlo así, es el mensaje, no el mensajero. El mensajero en este texto, como fácilmente cualquiera puede verlo, no es otro que el "viento negro".
    (Cosa que no es lo mismo que "viento, Negro", ojo, que nadie lo mandó a prender ese ventilador...)

    ResponderEliminar
  3. Tome la cuarentena como un estado de bendición
    ya que el rompefuego está a mi diestra,
    acerca de "apagar", remítase al final de
    "El pecado necesario", y a lo que comentamos.
    Hoy fue un día soleado.

    ResponderEliminar
  4. Lo de mensajero fue: cierre de comentario por el efecto colateral, no literalmente interpretativo.
    Mire, anocheció, rompo lo cuarentena, aténgase.

    ResponderEliminar
  5. Queridos Anónimos unidos de las 18:51:00 & 19:04:00 GMT-3 (se ve que se tomó 13 minutos para reflexionar, menos mal...)
    Nuevamente debo decir que me resultan muy interesantes sus reflexiones, puesto que ha logrado que, por fin, luego de casi ya seis meses de esta pandemia, encuentre un motivo de temor superior al afamado virus. Es decir, usted manoteando ese matafuegos.
    Me alegro de que hoy haya tenido un día soleado (imagino que eso contribuyó a calmar los ánimos. Quizás, incluso, gracias a eso sólo haya apagado apenas a un par de parientes, dejando a otros prendidos y parloteando... toda una delicadeza).
    También causa alegría a mi espíritu argentinamente encuarentenado hasta la alcoholización más en gél posible, que no haya decidido matar mensajeros a diestra y siniestra cual Terminator cabrero porque le han traído la pizza fría. Hasta ahí, venimos teniendo la fiesta en paz, como quien dice (con algunos parientes en off, todo hay que decirlo). Pero esa última línea (sumamente literaria, debo reconocerlo con sana envidia) que reza "Mire, anocheció, rompo la cuarentena, aténgase" podría claramente clasificarse como un atentado a la libertad de la palabra escrita que no podemos dejar pasar.
    Ya se han radicado las debidas denuncias en el INADI, en ADEPA, en FOPEA, en SOPROLE, en OSECAC, en SUTERH, en la OMS y en el Club de Fans de Raffaela Carrá (que no tendrá mucho que ver, pero estaba abierto a esa hora y bueh...), así que nuestras próximas comunicaciones serán a través de nuestros abogados, barbijos legales mediantes, por supuesto.

    (Y no podría dejar de agregar un "vo' y cuántos más, gallito e' chiquero?"...)

    ResponderEliminar
  6. Esto empieza a ser una costumbre preocupante (6:29 horas en España).

    ResponderEliminar
  7. Que empiecen a llamar a mis textos una costumbre preocupante se me está volviendo una costumbre preocupante... :)

    ResponderEliminar
  8. Ay, patria mía! (de Fontanarrosa, que tanto usas).
    Esa frase del amigo Carlos en aquel texto compartido, es gloriosa, y si recuerdo bien, fue el inicio de la consabida hecatombe.
    Le comenté que llevar mis comentarios al terreno literario o de texto, es inadecuado. Agradezco tener la posibilidad de leerte, y que te tomes el trabajo de responderlos... forma parte de la bendición de nuestra amistad.
    Hablando de citas... citando correctamente a mi vecino:
    "La televisión es uno más de la familia",
    en el contexto en que lo dijo, podía tomarse con humor, pero el trasfondo en esa pareja mayor, ameritaba otro sentido. Yo tendría unos ocho años, y en la familia todavía recordamos aquella frase.
    En "Arañado por el viento negro", hermoso el juego de lectura de los personajes, pero haberlo dicho así, casi lacónicamente, nos hubiera privado de esta charla.

    ResponderEliminar
  9. En el segundo sueño de esta noche, pasó lo que tenía que pasar... apareció el inmenso Carlos Robledo.
    En cuanto terminé de enviar el último comentario, me pregunté (mientras iba a la sesión de fm clásica), "¿qué pasa con la música que no se escucha?",
    soluciono el inconveniente, y suena: "Hechizo de lluvia", de Takemitsu,
    que a tu blog le viene de perillas, y claramente recomiendo a la otra mitad de la audiencia.
    https://www.youtube.com/watch?v=b8y1qVa-ir8

    ResponderEliminar
  10. Querido Anónimo Unificado de las 11:37:00 & 12:23:00 GMT-3.
    Cuántos recuerdos, querido amigo. Obviamente, remitir esa frase y caer en nuestro común amigo Carlos es todo uno. Esas obras literarias a cuatro manos fueron sublimes pinceladas de sublimes épocas (a propósito, ¿dónde habrá quedado ese texto?, porque yo le perdí el rastro).
    Respecto a responder los comentarios, olvídese, el placer es todo mío. Es más, creo que simplemente borroneo algunas líneas con palabras un poco rebuscadas y aires de intriga literaria cada anoche con el sólo fin de recoger luego vuestros comentarios y armar toda esta jarana de idas y vueltas.
    Hablando de citas, sí, esa es terrible y da para imaginar a esa pareja-familia. Y yo también la he escuchado en algún otro lado. Simplemente acoto que ya alguna vez dije yo que habría que criticar mucho menos a ciertas cosas que son como un lugar común en la crítica social, porque cumplen un rol fundamental. Sincerémonos: si repentinamente desaparecieran de la faz de la tierra estas tres cosas: la televisión, el fútbol y el clonazepán, ¿cuánto tardaríamos en ver ciudades enteras prendidas fuego y muertos apilándose por todas las esquinas?
    Gracias por el elogio al texto, de paso.
    Gracias, también, por la música. Iremos a chusmearla.

    ResponderEliminar