domingo, 2 de agosto de 2020

Haber aterrizado


Aterrizo. 
Se disuelve alrededor el humo que esparció la noche. Se oculta de mi recuerdo el llamado de las sirenas y sólo ambienta todo por delante una vidriera azul, sutil en su despertar al ojo incauto, pero salvaje en su obscena obsesión de no callar. Nada. Haber aterrizado es admitir que no se calle nada. 

El viaje es silencio.
Se manifiesta un rumbo que sólo por esas tonteras de la sabiduría creemos manejar, pero cada átomo nos empuja en dirección ajena a nuestro entender. Nadie va a hablarnos. Silencio. El temor a que le preguntemos alguna cosa al tiempo hace que nuestra palabra viaje en la bodega. Para más seguridad, nos dicen al abordar. Se le devolverá en destino. No, no pregunté por el destino.

Estiro las piernas en la nueva tierra. 
Muevo los brazos.
Giro la cabeza. 
Saco un papel amarillo de mi bolsillo, pequeño y doblado. Lo abro y leo: "Respirar". Fue la única agenda que admití traer encima. Tenía sincero temor de olvidarlo.
Respiro.
El pasado de esta nueva tierra reencarna mi memoria convirtiendo lo que aterrizó en un viaje suspendido sobre mi aire. Los pulmones pesan ese oxígeno en donde pesa la historia. Luego, química mediante, mi sangre comienza a fluir cargando mi nuevo pasado de mi nueva tierra. 

Voy a ser feliz, me digo. Y el desierto entero sobre el que estoy parado se acuclilla a mirarme fijo. De cerca. Con una curiosidad que cumple años y que nunca supo de torta alguna. 
Lo miro serio, en su horizonte más despierto a esa hora, y le prometo que aunque se curve en dos la línea recta que ahora parte al medio mis pupilas, voy a ser feliz.
Haber aterrizado es admitir que no se calle nada. Y sí, creo que esta vez fue la voz de él.

Miro el papel amarillo, todavía abierto en mi mano.
Respiro.

2 comentarios:

  1. Pasé por aquí. Te leí. Respiro.

    erosiva

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  2. Qué bueno. Siempre es importante recordar esos pequeños detalles que hacen a la vida mejor. O única.
    O posible.
    ¡Gracias, amiga!

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