miércoles, 12 de agosto de 2020

Un gato negro que jamás gritó


Anda por la ciudad helada buscando el grito de esa luz que surca algunos laberintos. Lleva en su bolsillo una cuenta, una suma que no es exacta. Se asoma en las camas de los hoteles y levanta las almohadas una por una, cuidando que esa multiplicación nunca le dé cero. Debajo de ellas nunca una luz. Sacude los puentes que unen a la ciudad con su derredor cerrando los ojos para atrapar el grito, mientras le permite a la luz que escape ilesa de sombras, pero nada. Se sienta a conversar con siete estatuas de cinco plazas que habitan cuatro barrios de tres manzanas cada uno, y todas le niegan la luz. Y tres veces la niegan, sin que ningún gallo cante. Apenas un gato ronroneando sobre el pasto mojado. Un gato negro que jamás gritó, pero le oculta cierta luz rápidamente entre sus párpados, arañando el telar del tiempo a esa hora de la madrugada. Salto, entonces. Llega al edificio y llama al ascensor. El ascensor le responde que ya es muy tarde y que subir es algo que debe esperar un deshielo. En la terraza, dentro del tanque de agua, el reflejo de la luz ondea en formas concéntricas que hacen del grito un mantra de geometría despiadada. Trepa por la escalera de incendios mientras el ascensor llama por teléfono al gato negro que surca laberintos veloz, casi sin tocar el suelo. Trepa y llega a asomarse por la baranda de la terraza. Dentro del tanque de agua la luz tiembla, abrigando al grito del frío que lo dejaría afónico. Subido al tanque de agua, saca la cuenta de su bolsillo, una suma que da un número que no es el mismo que la cantidad de anillos concéntricos que hacen del grito un mantra. Pero ahora que los encontró, puede contarlos. Del otro lado del tanque de agua se asoma el gato negro. Lleva sus ojos cerrados (toda precaución es poca en estos casos, le dijo el ascensor) y acaba de arañar el telar del tiempo logrando que ese bebé que gateaba por el borde del tanque de agua caiga adentro y se ahogue rápidamente, sin ruido, dejando que una cuenta que no es exacta flote entre el reflejo de la luz y el grito de la mujer embarazada, tres pisos más abajo, que acaba de dar a luz a un bebé.

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