viernes, 14 de agosto de 2020

Imágenes apócrifas y letras imposibles


Un papel escrito pegado en una pared.

Bordes rasgados, viejos, doblados en parte o arrugados por alguna lluvia. 

Letras y palabras de distinto tamaño y color. El fondo amarillento que contiene texto. También dibujos monocromáticos.

A metros de ese misterio que todavía lo mantiene unido a una pared descascarada, pasan autos, colectivos, personas. A metros, por las noches, el viento mece las ramas de los árboles en soledad y la sombra, provocada por los faroles de la calle, baila negra sobre el papel amarillento agregando imágenes apócrifas y letras imposibles. 

Hay varios jirones del papel que fueron arrancados, dejando una especie de hendidura desgarrada en forma de un triángulo muy cerrado. Nadie sabe ni recuerda qué manos fueron. Y las que fueron, tampoco recuerdan haber estado junto al papel escrito pegado en esa pared. Son gestos distraídos, al pasar, mientras se conversa o sólo tentándose en tomar una punta suelta de un papel pegado en una pared y tirando. 

Junto con esas tiras finas o medianamente finas que rasgaron y luego dejaron caer al piso, extrajeron letras de lo escrito en ese papel pegado. Quizá también alguna línea de algún dibujo, pero ahora eso no tiene importancia. Aparentemente faltan unas siete letras en total, sin contar una hache que habría quedado por la mitad y no estaría siendo tomada en cuenta. 

Si bien se mira ahora, lo que expresaba ese papel escrito pegado en esa pared, casi sigue siendo totalmente entendible. La propaganda humilde y casera de algún servicio local se sigue entendiendo, más por contexto que por tener todas sus palabras completas. 

Sin embargo, lo importante, lo realmente importante, es que las siete letras que faltan, contenidas en esos jirones arrancados al azar vaya uno a saber cuándo y por quién o quienes, correctamente ordenadas forman el secreto nombre de Dios jamás revelado a la humanidad. 

Hace cuatro meses y veinte días que Dios está parado en la vereda de enfrente a la pared en donde está ese papel escrito pegado. Su aspecto no es el mejor. Por suerte, obviamente, nadie puede verlo, pero su cara demacrada acusa la grave preocupación. No sabe si esas letras fueron quitadas por el azar o por... Y si no fueron por azar, está en problemas. 

Ahora espera, parado inmóvil día y noche frente a esa humilde pared descascarada, con la vista fija en ese papel escrito pegado en ella. Sabe que si fue el azar, probablemente nunca pase nada más. Pero si no fue el azar, puede que el mismo que se llevó las siete letras arrancadas regrese. 

Dios sabe que ya ha perdido el secreto de su nombre. Pero en ese papel casual, pegado al descuido en una pared descascarada, también están las letras de su apellido. 

Y yo lo sé.

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