Anida vientos.
Molino de ceguera.
Descocer sinos de fuego.
Verde en soledades.
Aspas. Carecer de grano.
Mil siluetas de techos
y espigas hundiendo lo blando,
caucásico, derrumbe desaforado.
Descorrer mareas en manos.
Tibias.
En sillas de cartón
prensado de estío y piedras,
arrecifan remolinos que mecen
asombros de cabellos idos.
Aspas que se inviernan
a la lágrima del grano.
Acuestan, perdidas, cocidas,
dormidas en vientos.
Sino anidado.
Y, a veces, hasta dos textos en un solo día. Realmente, comienzo a padecer envidia...
ResponderEliminarDiscrepo. Envidia puede dar la calidad, no la cantidad. Así que primero empiece por aplaudir y luego vamos viendo...
ResponderEliminar¡Abrazo!
Eso es muy cierto, querido amigo, aplaudo pues sus proezas y me reafirmo en la envidia.
ResponderEliminar